La nueva caza de brujas: la persecución de la Marcha de las Putas de
Rio de Janeiro
La Marcha de las Putas surgió
en Brasil (con el nombre Marcha das Vadias), así como en varios países del mundo, hace tres años, en respuesta a
la constante y naturalizada justificación de la violencia sexual contra las
mujeres y la culpabilización de éstas ante cualquier tipo de agresión contra su
cuerpo. En Brasil tomó una fuerza especial, al ser ya el tercer año que se
realiza en numerosas ciudades, tal vez debido a la paradójica cultura que por
un lado exalta la sexualidad y por otro lado la reprime.
La Marcha ha tenido en cada
ciudad sus características propias, pues una de las principales banderas es la
autonomía y horizontalidad de sus acciones y propuestas. Específicamente en Río
de Janeiro, la versión de este año tuvo como finalidad llamar la atención sobre
la necesidad de garantizar un Estado laico que vele por los derechos de las
mujeres sin verse permeado por discursos religiosos que, en muchas ocasiones,
limitan o impiden el ejercicio de dichos derechos. Este tema, además de ser
sumamente importante, pareció ser aún más relevante ante la visita del Papa la
ciudad, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud Católica. Para esta
visita, se destinaron recursos públicos y se hicieron grandes inversiones
logísticas que afectaron el transporte y la educación (pues no hubo clases
durante este), apenas una pequeña muestra de cómo el gobierno brasileño,
apoyado por gran parte de la población, se encuentra bajo fuerte influencia del
Vaticano. En cuestión de políticas públicas, vemos también evidencia de esta
influencia, una de las más graves siendo la imposibilidad, a pesar de
innumerables esfuerzos del movimiento feminista, de que se descriminalice y se
despenalice el aborto, lo cual es sin duda una inconmensurable violencia
institucional contra las mujeres.
De esta forma, la Marcha de las
Putas, en su trabajo colectivo y abierto, eligió este tema como el motivo para realizarse
durante este evento, y como uno de los ejes principales del manifiesto. Esto,
no sin antes discutirlo a profundidad dentro del colectivo y con especialistas
provenientes de la academia, el activismo y la experiencia personal, en debates
de formación e información. Esta estrategia también se realizó con los otros
ejes del manifiesto, pertenecientes a las agendas feministas y a la
problemática de la violencia sexual y de género, que fueron: los derechos
reproductivos, la descriminalización del aborto y la reglamentación de la
prostitución. Además de debates, hubo talleres artísticos, intervenciones en
espacios públicos, campañas por internet, pláticas en universidades, sesiones
de fotos, entre muchas actividades de preparación para la Marcha, que siempre
se planteó como un espacio abierto a la pluralidad de posturas y expresiones
que buscaran la transformación social a través del fin del machismo, racismo y
homo/lesbo/transfobia.
El día de la Marcha, el pasado 27
de julio, se vio afectado por la inundación de la millonaria instalación en la
que se realizaría la actividad programada del Papa, ante lo cual dicha
actividad sería realizada en Copacabana, lugar elegido por las Putas desde hace
tres años. Así, después de meses de planeación, las organizadoras eligieron
modificar el trayecto (no el lugar) de la Marcha, con fin de evitar la
confrontación directa y violenta con los grupos católicos, pues este no era el
objetivo, sino problematizar pública y políticamente la veracidad de un Estado
que se postula como laico. La Marcha se desarrolló pacíficamente, excepto por
algunos enfrentamientos verbales con la población católica y cierto acoso por
parte de la policía y los medios de comunicación hegemónicos, que parecían
esperar a que alguna catástrofe sucediera. Duró seis horas y acudieron más de
tres mil personas, que se expresaron en múltiples formas, sea individualmente o
en grupo, con sus cuerpos, mantas, carteles, instalaciones, voces, tambores.
Personas de todas las edades, razas, orientaciones sexuales y clases sociales,
algunas que viajaron de otros estados y ciudades para participar, algunas que
se organizaron con sus colectivos para reivindicar ciertas ideas, exigieron de
manera libre, plural, irreverente y creativa el fin de la violencia sexual y de
género.
Una de dichas expresiones fue
llevada a cabo por una pareja que, con la cara cubierta y el cuerpo desnudo,
rompió algunos símbolos católicos como parte de su performance. Este hecho tomó
una relevancia desmedida, pues fue el foco de la mayoría de los medios de
comunicación, que una vez más, deslegitimaron a la Marcha (como a otros
movimientos sociales) al enfocarse en hechos aislados y polémicos en vez de en
el mensaje y el andamiento del evento como un todo. Ese performance fue
realizado libremente, como muchos otros, pero no era de conocimiento de las
organizadoras. Sin embargo, tanto la pareja de performers como algunas de las
organizadoras, han estado desde el día de la Marcha, sometidxs a innumerables
ataques por parte de diversas fuentes.
Las organizadoras recibieron llamadas telefónicas amenazándolas de
muerte y violación, sus teléfonos fueron divulgados por internet en páginas
como “Anti-ateísmo”, recibieron citatorios judiciales por intolerancia
religiosa y el diputado estatal Flavio Bolsonaro (conocido, así como a su
familia, por su acérrimo machismo, racismo y homo/lesbo/transfobia) ingresó a
la Asamblea Legislativa del Estado de Rio de Janeiro con una propuesta de
castigo a la Marcha por falta de respeto a la religión católica, entre muchos
otros hechos que, sin duda alguna, vulneran en extremo a estas feministas.
Muchas cosas pueden ser debatidas
al respecto de esta situación. Por un lado, es importante remarcar que el
performance, dentro de su irreverencia, seguramente tenía un mensaje que
comunicar sobre la violencia con la que las instituciones religiosas,
especialmente las provenientes de la tradición judeocristiana, han tratado a
los cuerpos, sobre todo los de las mujeres, a lo largo de la historia. Así, la
reacción de nombrar este acto como intolerancia religiosa parece un poco
irónico. Sin embargo, el punto aquí no es ese, sino que ese performance no fue
convocado ni realizado por las organizadoras de la Marcha, quienes simplemente
abrieron un espacio de expresiones plurales, sin necesariamente compartir las
formas y contenidos de todas ellas. Aún así, ellas están siendo perseguidas. El
movimiento, así como otros en el cada vez más conservador Brasil, está siendo
criminalizado. Y criminalizado a partir de un argumento de intolerancia
(religiosa) difícilmente sustentable dadas sus violentas manifestaciones
contra, una vez más, el cuerpo de las mujeres. Un movimiento horizontal y
plural, que constantemente busca problematizar y problematizarse, que propone
creativamente romper con la dicotomía y la jerarquización de lo público y lo
privado, está siendo colocado en la más extrema vulnerabilidad en ambos
espacios.
¿Qué del cuerpo femenino es
considerado tan violento? ¿Qué de la libertad sexual de las mujeres es visto
tan amenazador? ¿Por qué las feministas son enemigas? ¿Por qué es necesario
organizarse para cazar a las PUTAS? Son preguntas cuyas respuestas duelen al
pensarse. El cuerpo femenino AUTÓNOMO es considerado violento, porque su
control es necesario para que el sistema machista, capitalista y racista se
mantenga. La libertad sexual y reproductiva de las mujeres implica una
transformación social que desestabiliza ese sistema, por lo que debe ser
impedida a toda costa, por parte del Estado, de las iglesias, las escuelas, los
medios de comunicación. Las feministas, las brujas, las putas, nuestra
creatividad, nuestra energía, nuestros argumentos políticos, son peligrosos,
porque venimos a cambiar el mundo, y eso no le conviene a quienes concentran el
poder. Pero sus amenazas no nos van a callar. Sus persecuciones no nos van a
detener. Sus hogueras, sus leyes, sus televisiones, no acabarán con nosotras,
precisamente porque ya entendimos que somos NOSOTRAS.
Putas cariocas: estamos con
ustedes, mostramos nuestro apoyo y sororidad desde otros contextos
latinoamericanos. Repudiamos la situación en la que se encuentran y les
recordamos que no están solas, porque somos NOSOTRAS. Si ser libre es ser puta,
todas somos putas. Todas somos brujas. Todas somos feministas. Todas, dentro de
nuestra diversidad, somos NOSOTRAS.
Jimena de Garay Hernández
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